Charito Chazarreta presenta una hipótesis acerca de la anemia política de los votantes cambiemitas.
En marzo de
este año, el New York Times publicó
una nota acerca de un tal Erik Hagerman, un hombre estadounidense que, impactado
por el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales, juró que
evitaría enterarse de cualquier cosa relacionada con su país a partir de ese
mismo día, 8 de noviembre de 2016.
Un año y medio después de la puesta en
práctica del experimento, Hagerman –sin pareja ni hijos, alejado de los centros
urbanos, y sin la necesidad de tener que ir a trabajar– reveló que aquella
decisión le cambió la vida para bien: ya no discute de política con sus amigos,
tiene un nivel emocional “más sano”, y solo observa los noticieros para
informarse acerca del clima. No está aislado absolutamente: lee las reseñas
artísticas del New Yorker y sigue la
campaña de los Cleveland Cavaliers del Rey LeBron. Pero insisto: del gobierno
de Donald Trump apenas si llegó a enterarse, de manera accidental, que
nuevamente se había puesto en discusión el sistema de salud promovido por
Obama.
A todas aquellas personas que ya sabíamos que
Mauricio era Macri, que Federico era Krueger, y que estaba a punto de suceder
la estafa electoral más grande de la historia de nuestro país, el experimento
de Erik Hagerman nos interpela, sin importar qué tan a la izquierda nos
encontremos de las políticas neoliberales. Pero dejemos esto para el final,
porque me apremia presentar mi hipótesis: ¿Es posible que en los votantes
macristas de las clases baja y media también se esté produciendo este
experimento, al que Hagerman tituló como “bloqueo”, y que esa sea la razón por
la cual ya no veamos tantos globos amarillos, ni memes, ni el odio que llenaba
nuestras redes sociales y nuestra cotidianeidad, y que eso explique también la
caída a pique en el rating de TN, y otras tantas cosas más? Por lo menos yo lo
experimento en cada encuentro con el 99 por ciento de los votantes macristas
que conozco, y a quienes siempre les recordaré lo que hicieron el verano
pasado: ya no hablan de política. Lo reformulo: ya no me hablan de política. Y agrego, con algo de nostalgia por aquella
época que elevó la política al lugar privilegiado que debe tener en una
sociedad: ya no me dejan hablar de política, cuando antes me perseguían por la
calle para hablarme pestes de la cartera de Cristina. Porque ellos, como el
fulano Hagerman, también están llevando a cabo el “bloqueo”; cambiaron el
procedimiento, no el fin: sin auriculares y sin aislarse, les basta con poner
cara de boludos o de ofuscados. O más grave: recordarles la Revolución de la
Alegría, en ciertos casos de persianas bajas o telegramas de despido, es triste,
y nunca es noble hacer leña del árbol caído.
Esta gente sabe que Mauricio Macri es
presidente, por supuesto que lo sabe, vaya si lo sabe: fueron sus votos los que
lo pusieron ahí. Pero actúan como si no se enteraran de las cosas que ocurren
en nuestro país (no quiero enumerar los eslabones de una cadena infinita de
provocaciones al campo popular). Ellos siguen a Boca y a River, miran el
noticiero para ver si lloverá en la esquina, se refugian en el arte o en vaya a
saber qué, pero poco más. Nada más.
¿Y nosotras y nosotros qué?
El experimento de Hagerman, claro está, es
tentador o lo fue en su momento. En cierto modo, merecemos no atravesar el
tortuoso día a día que significa estar con los ojos bien abiertos en la patria
macrista. Hoy el país nos duele. Nos dolió y nos seguirá doliendo Santiago,
Milagro, Rafael, la pérdida de derechos constitucionales, el pisoteo a las
conquistas de lxs trabajadorxs, el hambre del piberío, el saqueo económico.
Como dice el mismo Hagerman, esconderse como
el avestruz, con la cabeza en la tierra, lo convierte en un mal ciudadano. Acá,
ya quedó demostrado, hay gente que sabe que Mauricio Macri es presidente pero
nada más.
Pero también hay gente que sabe que Mauricio
Macri es presidente, con todo lo que eso significa, y por eso esa gente está en la noche, está en la leche, en cada
coche y cada bache y cada boche está, le largarán los perros y lo mismo estará,
estará con el que luche y el que espiche y en todo el que se agrande y se
repeche, estará, esa gente estará me
cachendió.