Determinado
por el dolor de la partida, decidió salir de la casa sin mirar atrás.
Se puso las manos en los bolsillos e iba
investigando con sus dedos el submundo del pantalón: un par de caramelos de
vieja data, un boleto de colectivo y un billete de cinco pesos envuelto de tal
manera que lo protegía de alguna mano ajena.
Siguió caminando y sin querer se vio sumergido
en un trayecto casi intransitable que en sus épocas doradas sirvió como atajo
para aquellos vendedores ambulantes que aquejaban a las madres, a tal punto de
obligarlas a comprar “sin compromiso”.
Hoy sólo es chatarra y oscuridad, y aun así
decidió pasar por ahí, a pesar de su incurable fobia a la noche; la tenue luz
de luna no le podía adelantar la desembocadura de ese trayecto.
Más allá de la negrura una pobre lumbre se
reflejaba a cada paso que daba, su respiración se volvía inconsistente y
pequeñas gotas de sudor comenzaban a brotar de su frente.
Apuró
el paso, temiendo a quién sabe qué, porque sabía que la noche no era lo
suficientemente confiable como para vagabundear silbando bajito.
Cuando cruzó ese camino un suspiro que el
creyó silencioso salió de su vientre, temeroso y revuelto.
No todos los acontecimientos son
desafortunados durante la noche; las mejores cosas suceden cuando se esconde el
sol.
Pilar. Pilar fue lo mejor que le pudo haber
pasado. Un encuentro fortuito con su figura y un beso apresurado fue el
recuerdo más hermoso. No todo lo tenebroso sucede de noche.
Achinó los ojos para ver que se acercaba en la
oscuridad, una silueta se dibujaba y allí como un espejismo, Pilar.
Se cubrió los ojos como un niño que le teme a
lo que hay debajo de la cama, sin embargo, en ese instante supo que no debía
tener jamás, porque ese espejismo, Pilar, sus besos y una caricia casi
fantasmal vinieron a rescatarlo.
Nuevamente cerró los ojos y sintió como se iba
disipando la memoria y la respiración. Yacía de rodillas, con una gota de
sangre que caminaba por su nariz y los ojos suplicantes salían de sus órbitas
esperando la redención.
Pilar, esa bruja deseosa de vida y noche,
escribió con su lengua el destino de este pobre hombre.
Ya no le temo a la oscuridad porque ahora soy
parte de ella; una noche, una luna, un abismo; Pilar es mía y yo de ella.
Pilar, Pilar, Pilar.