La asunción de Jair Bolsonaro al cargo de presidente de Brasil en Febrero de 2019 es un hecho político que puede analizarse desde la Literatura, en particular, a partir de La doctrina del shock de Naomi Klein. El caso del actual presidente de Brasil es relevante en tanto se trata del avance más radical de la derecha en la región, a la vez que se trata del país con más influencia en América del Sur.
Por Leonardo Herbes
La asunción de Jair Bolsonaro al cargo de
presidente de Brasil en Febrero de 2019 es un hecho político que puede
analizarse desde la Literatura, en particular, a partir de La doctrina del shock de Naomi Klein. El caso del actual presidente
de Brasil es relevante en tanto se trata del avance más radical de la derecha
en la región, a la vez que se trata del país con más influencia en América del
Sur.
Klein, básicamente, despliega su teoría en
torno a 2 ejes fundamentales: por un lado, el shock social, y, por otro lado,
las medidas económicas de ajuste. La autora plantea grosso modo que el shock
social precede a la intervención económica neoliberal, ya que una comunidad paralizada
(sea por causas naturales o por la acción de grupos sociales) es incapaz momentáneamente
de poner en funcionamiento los mecanismos que emplea usualmente para defender
sus derechos. En ese sentido, las medidas de “shock” económico, según Klein,
son una práctica de naturaleza oportunista, ya que se dan en un contexto
particular de desprotección de las masas, y se orientan a la reducción de gastos estatales en correlación
con el aumento de las privatizaciones.
En relación con el trauma social, en el caso
del Brasil de Bolsonaro, la ligación con el sector militar de la Nación resulta
evidente: el presidente electo teje relaciones hacia la pasada dictadura
(Generación del ’64) y las proyecta hacia su futuro mandato.
La carrera militar de Jair Bolsonaro se
desarrolló entre 1973 y 1986, de manera que coincidió temporalmente con el
gobierno de facto en Brasil (instaurado en el golpe de Estado contra João
Goulart en 1964 y finalizado con la vuelta a la democracia en 1985 con la
elección de José Sarney). Si bien el actual presidente de Brasil alcanzó el
grado de capitán, fue en la rama política que se destacó a partir de 1986, ya
que en 1988 consiguió ser concejal por Río de Janeiro y, previamente a la
victoria en las elecciones presidenciales, logró ser diputado nacional entre
1990 y 2018. Durante su carrera
política, Bolsonaro realizó numerosas declaraciones a favor de la “Generación
del ‘64” (régimen militar que gobernó el país desde la década de 1960 hasta
1985), como en 1993, desde el podio de la Cámara de Diputados de Brasil, cuando
manifestó: "Estoy a favor de la dictadura”.
La reivindicación por parte de Bolsonaro del
pasado antidemocrático de Brasil no solo es un posicionamiento ideológico, sino
la intención de volver a poner en funcionamiento mecanismos utilizados en el
régimen militar para cercenar la libertad de expresión y acción de los
ciudadanos. En ese sentido, Naomi Klein destaca que fueron las “tácticas
avanzadas de interrogación” del Proyecto MK Ultra de la CIA las empleadas por
los regímenes militares latinoamericanos de los años ’70 para las torturas, con
el fín de “quebrar” la voluntad de los individuos. Son esos mismos mecanismos los
que Bolsonaro defiende por medio de declaraciones como "Yo soy favorable a
la tortura, tú lo sabes”, en el programa de televisión Câmera Aberta en 1999.
Otro suceso que permite vincular a Bolsonaro
con el pasado golpista es, sin dudas, el que significó su impulso definitivo de
cara a los comicios de 2018: el atentado que sufrió el 6 de septiembre de 2018.
Dicho día, Bolsonaro fue acuchillado en un acto de campaña, lo cual consistió
un hecho inédito para un candidato a presidente desde la restitución de la
democracia, que, sin embargo, tiene un antecedente similar en 1930 con el
candidato a vice João Pessoa. En 1930, João Pessoa, candidato a vicepresidente de
Getúlio Vargas, fue asesinado de dos disparos durante la campaña. En un
contexto de inestabilidad política, ese atentado desembocó en un golpe de
Estado que determinó la presidencia de Vargas al frente de Brasil entre 1930 y
1945.
Las
conexiones con el régimen militar, como se mencionó previamente, no solo se
tejen con respecto al pasado, sino que se proyectan al mandato presidencial
presente. En este sentido, cabe destacar que la fórmula presidencial ganadora de 2018 en Brasil se
compuso de Jair Bolsonaro (ex capitán del Ejército) como presidente y Hamilton
Mourão (ex general) como vice por el Partido Social Liberal (PSL), quienes
defienden un nuevo golpe como “solución para la crisis política brasileña”.
La
mencionada crisis política de Brasil consistió en la pérdida de
representatividad del partido político hegemónico, el Partido de los
Trabajadores (PT), debido a las causas de corrupción que recaían sobre los
dirigentes y la recesión económica. En relación con ello, el PSL de Bolsonaro se presentó como una alternativa moral
en medio del descontento hacia los políticos y las instituciones de poder. Los
puntos centrales de la campaña del actual presidente de Brasil fueron 4: en
primer lugar, la lucha contra la corrupción política del PT (deslizando como
solución la dictadura, ya que los sectores militares cuentan con un grado
amplio de aceptación social); en segundo lugar, la lucha contra la violencia y
la inseguridad (por medio de políticas de “mano dura” contra los sectores
populares “amenazantes” y la facilitación de portación de armas); en tercer
lugar, la dificultad de crear puestos de trabajo por los altos impuestos para
hacerle frente a la recesión (que, desde luego, no puede ser el sustento de otra
cosa que no sea la preparación del terreno para una futura reforma laboral) y
el desvío “innecesario” de fondos públicos para planes sociales (que son vistos
como gastos desde el modelo neoliberal); y, finalmente, la lucha para mantener
las buenas tradiciones (lo cual responde a la alianza entre el partido de
Bolsonaro con los sectores más conservadores de la sociedad, los cuales buscan
frenar las luchas populares en derechos sociales, así como la proliferación de
los movimientos feminista y LGBT).
Vinculado con los hechos desestabilizantes de
la cotidianeidad de la comunidad (que no es más que el ataque a los sectores
populares que buscan revertir el status quo), se encuentra el “shock” económico.
Según Klein, consisten medidas oportunistas que se encuadran bajo los
lineamientos del liberalismo económico de los “Chicago Boys” de los 70’ (que se
erigieron con Milton Friedman a la cabeza), como oposición a las ideas de
Keynes (quien manifestaba que la intervención del Estado era el mecanismo para
estimular la demanda y regular la economía en momentos de depresión). El
postulado central de los economistas de la Escuela de Economía de Chicago
consiste en el libre mercado y el achicamiento de los gastos por parte del
Estado, lo que se traduce en medidas como privatización, desregulación
gubernamental y recortes en el gasto
social.
En el caso de Brasil, se puede observar que
Jair Bolsonaro designó como a Paulo Guedes como ministro de Economía, quien entre
1974 y 1978 se desempeñó en el Departamento
de Economía de la Universidad de
Chicago. Fue durante la dictadura de Augusto
Pinochet en Chile (1973-1990) que Guedes pudo contemplar en primera fila la
aplicación completa del programa económico liberal de los Chicago Boys,
mientras se desempañaba como profesor de economía en la Universidad de Chile.
Guedes planea llevar a cabo en
Brasil el mismo paquete de medidas económicas liberales que se emplearon
durante el régimen de Pinochet. El economista brasileño pretende replicar lo
hecho en Chile por parte de los Chicago Boys: “Agarrar un país mediocre
económicamente, meterle reformas de corte neoliberal, hacer que el país tenga
un impulso (…)”. Guedes, en consecuencia, sostiene que: “Las políticas económicas de 1973 a 1982 fueron un ejemplo pionero en el
mundo de extremismo neoliberal”. Las medidas a aplicar en el gobierno de Bolsonaro serán: en primer
lugar, la apertura económica, para que el mercado tenga libertad de regular sus
precios sin intervención del Estado; en segundo lugar, la reducción de los
impuestos, tanto para las empresas extranjeras como para las importaciones, con
el fin de garantizar una libre competencia; y, en último lugar, reducción del
Estado por medio de la privatización de empresas estatales y el recorte de
gastos sociales (ya que son considerados como “gastos”). Sin embargo, es
necesario destacar nuevamente que tales medidas económicas, tanto en el régimen
de Pinochet como en el gobierno de Bolsonaro, requieren el “disciplinamiento”
previo de las capas populares, es decir, es necesario el “shock social”
formulado por Klein.
A modo de conclusión, puede observarse que en
el gobierno de Bolsonaro por medio de las medidas políticas de “mano dura” para
“disciplinar” a sectores “insurgentes”, se cimienta el terreno para la
aplicación de medidas económicas neoliberales, pues esos grupos sociales se
verían privados de ejercer una resistencia plena). En ese sentido, es posible
determinar que el análisis propuesto por Naomi Klein en La doctrina del shock para los regímenes autoritarios de los ’70 en
Latinoamérica, es susceptible de ser reutilizado para desmenuzar las
características de los gobiernos democráticos de la segunda década del siglo
XXI de la región. Es posible realizar
dicha lectura, ya que el avance de las derechas nacionales es un fenómeno que
no se limita al caso de Bolsonaro en Brasil, sino que se trata de un problema
regional más extendido como en Argentina con Mauricio Macri, en Chile con
Sebastián Piñera, entre otros.
Fuentes:
·
Klein,
Naomi (2008). La doctrina del shock. Buenos Aires: Paidós