Ir al contenido principal

Big Mouth, manual de pubertad



Por Rodrigo Moral



Comienza la serie. Los chicos de Big Mouth miran un video de educación sexual en el aula. Jessi (¿12?) comenta a sus compañeros: “Cómo es posible que en estos videos la pubertad de los niños es el milagro de la eyaculación y para las niñas es intenso dolor y padecimiento. Por eso merecemos paga igualitaria”. Acá podríamos terminar la reseña. Esta primera escena resume el espíritu del programa: niños y niñas modernos en el despertar sexual.

Los chicos de labios gruesos
Del mismo modo que nos pasó con Los Simpsons en su momento, los dibujos de Big Mouth al principio nos irritan. El color de la familia de Springfield y sus cabellos no fueron fáciles de digerir. Con los labios de estos chicos pasa algo parecido: son gruesos de una manera llamativa. Pero a estos personajes les resalta la boca porque tienen mucho para decir. Y nos van a decir de la pubertad. Es difícil acostumbrarse a personajes con rasgos tan característicos. Pero necesitan ese rasgo no solo para que los diferenciemos, para que sea su marca, sino también para que tengan personalidad y que nos hablen de frente de muchos temas. Big Mouth no va ahorrar imágenes para decir lo que quiere decir, para ir contra el pudor de nuestro infantilismo moral. Si un chico se siente inseguro por el tamaño de su pene, ahí ellos lo van a mostrar: pene e inseguridad. Si una chica descubre su vagina, ahí van a estar ellos, haciéndolas conversar y conociéndose.

Personajes y realizadores
Nick, Andrew, Jessi, Missy y Jay conforman el grupo de amigos que lleva adelante los episodios. Para que el juego de los contrastes funcione, cada uno transita por una etapa diferente y tiene una personalidad bien definida. Esta consistencia en los personajes no podría ser de otra manera: los realizadores (Nick Kroll, Andrew Goldberg, Jennifer Flackett y Mark Levin) no son unos advenedizos. Kroll hace años trabaja en la televisión norteamericana, llevó adelante su propio show en Comedy Central y es, por ejemplo, quien le puso la voz a Gunter, el cerdito cantante de Sing. Goldberg viene de trabajar con Seth MacFarlane en Padre de familia (lo que explica la irrupción de los musicales también en esta serie). En cuanto a Flackett y Levin, matrimonio, han llevado adelante películas como La isla de Nim o Viaje al centro de la Tierra.
Entre los cuatro saben llevar adelante los conflictos de los personajes y de sus familias con un foco episódico pero con una marcada historia de fondo en evolución.

Mención aparte para la intro
No podría no haber evolución en una serie que se trata de cambios. Lo dice la cortina musical: “I´m going through changes (in my life)”, del tema Changes de Black Sabaath interpretado por Charles Bradley. Durante la intro, el estribillo de este soul se despliega a través de imágenes que alternan entre las que podrían ser aquel documental educativo del comienzo y los bocetos de los dibujantes sobre los personajes. Crecimiento y desarrollo en los dos planos. Y para ser más simbólico (incluso desde el lenguaje audiovisual), la intro comienza con un brote que enseguida se convierte en árbol (en ángulo contrapicado) y termina cuando los dos personajes principales están recostados en el pasto y, desde las ramas de ese árbol (en ángulo picado), aparece la sombra de un monstruo, Maurice, la clave de la serie.

El monstruo hormonal
Maurice es el monstruo hormonal, un ser cubierto de pelos que representa lo primitivo e inconsciente. Maurice impulsa a los chicos a arriesgarse y enfrentarse a los cambios. Impulsa a entrar en la marea pubescente. Sabe que representa el pecado, lo prohibido, por eso es seductor. Y sabe que los personajes atraviesan una etapa de confusión, por eso es directo. Por otra parte, está Connie, el monstruo hormonal de las chicas, anticipada por un tatuaje que Maurice enseña en el “Piloto”. Ambos urgen a los personajes a realizar sus descargas, lo que, irremediablemente a esa edad, termina en torpe violencia y toscos enfrentamientos.

Otros condimentos
El fantasma de Duke Ellington en el desván, tal vez como pretexto para elaborar el pensamiento de un chico divagando consigo mismo acerca de lo que le está sucediendo, es otro elemento clave. Este personaje es el que les da la oportunidad a los creadores de traer a otros famosos como Prince, Freddie Mercury y Picasso en diferentes intervenciones y en los musicales.
El humor está presente en cada uno de los episodios, un humor que en general no apela al efectismo, sino a las emociones y a la complicidad. Tal vez, Kroll y Goldberg, amigos desde la infancia, hayan logrado ese grado de empatía con el público gracias a que las historias del show se basan en sus experiencias personales, en “la gloriosa pesadilla de la pubertad”, como la definió Kroll.
Todo eso hay en Big Mouth: monstruos, fantasmas, musicales, erecciones, vaginas parlantes, humor, inocencia y nostalgia. Y una deliciosa exageración de la fantasía, en un guión inteligente y sensible.
En ese movimiento, los capítulos, como viajes a nuestra pubertad, nos devuelven ese clima y nos hacen preguntar por qué nadie supo abrirnos las puertas de la adolescencia con tanta naturalidad.
 *Serie disponible en Netflix 

rodrigomoral2000@yahoo.com.ar