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Entrevista a la escritora Julieta Mortati



Por Lucas Bauzá 


A partir de la cita Anne Carson, y tal como describe Luis Chaves, desde el inicio “el lector sabe lo que se viene”. ¿Por qué tomaste la decisión de anticipar, en repetidas ocasiones, el final de la relación amorosa?
No fue una decisión consciente y si bien en la novela pasan cosas todo el tiempo el argumento no es lo que más pesó a la hora de narrar.

Si tuvieras que separar en etapas el proceso de escritura de La lengua alemana, ¿cuáles serían esas etapas y cuánto duró aproximadamente cada una?
Todos los textos que aparecen en la novela fueron escritos a lo largo de unos siete años o más. Pero no fueron pensados en función de una novela. Yo escribía, pero hace unos tres años tomé la decisión de juntar algunos textos porque intuía que se podía armar algo. Después, el trabajo fue más bien de edición del texto y compaginarlo con las frases y las imágenes, aunque también hay algunas partes que fueron escritas apenas unos meses antes de tener la novela en mis manos, como el cierre final, por ejemplo.

¿Desde un punto de vista técnico, qué parte de la novela te resultó más ardua para escribir? ¿Y, por otro lado, cuándo sentiste que la escritura fluía sin inconvenientes?
Al principio me costó encontrarle el tono y probé varios puntos de vista. Lo que me resultó más fácil fue escribir sobre la vida en Berlín, tenía muchas notas de esa etapa porque todo me llamaba la atención.

“En casa no había nada que fuera pesado o que tuviera la intención de durar para siempre”, se lee en la novela. ¿En tu vida privada compartís esta posición de fragilidad frente al paso del tiempo? Teniendo en cuenta la dimensión autobiográfica de la obra, ¿sentís diferencias entre aquella visión y la actual?
Sí estoy de acuerdo. Tenemos mucho que aprender del tiempo. La mayoría de las veces el tiempo nos juega en contra, nos alcanza, nos gana; pero hay situaciones en las que está a nuestro favor, por ejemplo, cuando nos toca hacer un duelo y ahí se convierte en el mejor amigo que se puede tener.

En la referencia a la muerte de Kirchner, más allá del shock inicial de la narradora, no se manifiesta su posición política. ¿Hubo algún motivo en particular que te llevó a construir este hecho con cierta opacidad? ¿Vos, que estabas en Berlín, cómo lo viviste?
Este hecho puede tener tanta opacidad como cualquier otro hecho dentro de la novela que no es tan explícita. No me interesó dejar por sentado ninguna posición política, sino me resultó importante incorporar esa escena con fines literarios para contar el desgarro de la distancia en un momento menos íntimo y más social.

Planteaste, en una entrevista realizada por Luciano Lamberti, que uno de tus objetivos es que el lector crea que lo que está leyendo es real. ¿Qué lugar creés que ocupa actualmente ese tipo de literatura en la actualidad de la literatura argentina? ¿Cuál es tu relación como fundadora y editora del sello Tenemos las máquinas con respecto a la literatura que aborda lo verosímil y lo realista?
Como dice Sylvia Molloy, lo real es un efecto de la lectura. Yo disfruto mucho de voces que me hacen creer lo que leo, puede ser el último viaje al futuro o la historia del romance del siglo. Disfruto la escritura autobiográfica en la medida en que esté bien escrita.

En la entrevista ya citada decís que la escritura cumplió una función terapéutica, pero que a su vez hay que tener cuidado y no estar “ocho horas ahí metido”. ¿Creés que puede tornarse problemático o peligroso el trabajo de escritura con materiales autobiográficos “delicados”? ¿Cómo lo resolviste para que no te afectara en tu vida cotidiana?
No se trata sólo de una cuestión de materiales delicados, sino que salvo dormir, creo que no se pueden hacer muchas cosas con buenos efectos por ocho horas seguidas. Y aunque hubiera querido escribir ocho horas por día, no habría podido porque tengo que trabajar y la escritura son las horas que le robamos a los momentos productivos que lamentablemente por la situación económica en la que vivimos, y encima si tenemos suerte, cada vez ocupan más lugar en nuestra vida.

Según mi punto de vista, las imágenes de los objetos refuerzan lo verosímil en la historia, y generalmente tienen una correlación con lo que se está narrando. ¿Cómo fue el proceso de selección y ubicación de las imágenes en el libro?
Elegí imágenes que me causaran gracia, que me resultaran tiernamente feas, o las que uno directamente usa y desecha. Me interesaba que en esas imágenes aparecieran cosas inertes para que la vida apareciera en la historia.

Me gustaría saber por qué la imagen de la estatua.
La imagen de la estatua la saqué en la fuente del Victoria Park, le saqué muchas fotos de distintas maneras. Después necesité repetirla con un detalle porque ese agarre me dio un contrapunto con la historia en el momento en que todo se estaba yendo al diablo.

Las citas de Tácito acerca de Germania, sin haber conocido Germania, activan una veta humorística (si se tiene en cuenta el detalle antes mencionado), pero a su vez, en relación a lo narrado, la protagonista parece darle la razón en algunos casos. ¿Estás de acuerdo con esta observación? ¿Reconociste, durante tu estadía en Alemania, que increíblemente el ensayo etnográfico de Tácito acertaba en su análisis acerca del pueblo alemán?    
Me daba mucha gracia la manera en la que se refería a los germanos, supuestamente sin conocerlos, y en muchos aspectos me sorprendí por la vigencia de sus comentarios en el imaginario social, pero de ahí a sacar una teoría sobre los alemanes estoy muy lejos.

¿Por qué el título La lengua alemana? ¿Pensaste en otros posibles?
La decisión del título fue muy difícil y duró hasta último momento. Me gusta el contraste que genera el título ensayístico y solemne con la novela que no lo es para nada y es pura emoción. Y también me interesa en su aspecto sensual. La lengua alemana sigue siendo una gran incógnita para mí.