"Miranda es negra, por más que parezca contradictorio, incluso insostenible" escribe el filósofo Rocco Carbone, en un texto que combina Shakespeare, Aimé Césaire, Milagro Sala, el Django de Tarantino, los mitos latinoamericanos y las luchas que ha dado la mujer a lo largo de su historia.
1.
Mito e historia
El mito es un modo de contar la historia de otra manera.
Pues bien, Calibán y Sicorax, y Miranda, Ariel, Próspero –personajes que vienen
de La tempestad (1610/11) de William
Shakespeare– entraman uno de los mitos más densos de las literaturas
latinoamericanas. De esta parte del Atlántico (en Europa), ese mito cuenta la
historia de la colonización. Más allá del océano (en América), cuenta la
historia de la descolonización.
La tempestad es la
única obra de Shakespeare que representa el proceso colonial del siglo XVII. Y
los personajes míticos que circulan en ese drama se resignifican más allá del
océano. Aparecen en la poesía de George Lamming y Edward Kamau Braithwaite.
Vuelven en un ensayo de Roberto Fernández Retamar: Calibán (1971). Sobre el principio del siglo XX aparecen en Uruguay
en un ensayo filosófico: Ariel (1900)
de José Enrique Rodó. En la Argentina, esos personajes aparecen en Aníbal
Ponce, Humanismo burgués y humanismo
proletario (1938). Antes habían aparecido en el “Triunfo de Calibán”
(1898) de Rubén Darío. Y hace poco, en 2017, Silvina Pachelo, preparó una
reescritura de La tempestad orientada
desde Miranda. Ésa es una versión que en la Argentina debería ser leída en el
contexto del Ni una menos (colectivo feminista y activista contra la violencia
machista). Volviendo al Caribe, en Martinica aparece una
“traducción/adaptación” escrita por un intelectual negro, marxista y
colonizado: Aimé Césaire, antiguo maestro de Fanon. Le pone por título Una tempestad (1959). Pues bien, si La tempestad shakesperiana es un drama
colonial, Una tempestad busca ser un
drama descolonizante. Césaire encarna el símbolo de la descolonización en el
negro Calibán. Entonces, parecería que Césaire se ubica ideológicamente en las
antípodas de Shakespeare. Y eso es cierto, pero muy relativamente. De hecho,
¿qué sucede con los personajes femeninos: Sicorax (la madre de Calibán) y
Miranda (la hija del mago blanco: Próspero)? Lo que me gustaría discutir es que
Miranda es sujeto de la colonización tanto como Calibán. Dos: Sicorax y Miranda
pertenecen al grupo de los oprimidos. Pero Césaire, en su drama emancipatorio,
es incapaz de verlo.
2. Sobre tensiones:
Shakespeare/Césaire
Shakespeare sitúa su drama en una isla y allí pone a
Próspero junto con su hija Miranda. En el proceso de colonización, Próspero
esclaviza a Ariel, la criatura del aire, y a Calibán: deforme, rebelde y
conspirador. Calibán simboliza la concepción colonial del “otro”. Para Skakespeare,
Calibán es pecoso y pelirrojo. Para Aimé Cesaire, es negro.
Revisitando la dramática que Skakespeare entrama en La tempestad creo que puede sostenerse
que el bardo de Avon presenta una visión ingenua acerca de la colonización y de
la descolonización. ¿Por qué anoto esta consideración? Próspero es el duque de
Milán, pero Antonio, que es su hermano, le usurpa el ducado y lo exilia en una
isla con su hija Miranda. Próspero es un mago sabio, un filósofo. En realidad
podríamos y deberíamos pensarlo como el Estado. Próspero ocupa la isla, se la
usurpa a Calibán y a su madre Sicorax, que es una bruja, y a ésta la encierra
en un árbol. Pero cuando Antonio pasa cerca de la isla, Próspero desata la tempestad. Hace un encantamiento,
casa a Miranda con Fernando, que es el hijo del rey de Nápoles, y recupera su
ducado. Luego de estas acciones principales abandona la magia, perdona a todos
sus enemigos políticos y deja la colonia
a su destino. ¿Shakespeare qué estaría insinuando entonces? Que el
colonialismo podría (¿puede?) terminar.
En Césaire, Calibán es negro y está en condiciones de matar
a Próspero; pero no lo hace. Calibán elige no matar. El dispositivo “negro”
tiene un mayor nivel de sofisticación respecto al dispositivo “blanco”
(entramado por Shakespeare). Negar la violencia del amo significa negar la
cosmovisión del amo. Césaire postula una hipótesis negra: la del “negro” (las
grandes mayorías minorizadas durante los períodos coloniales) en situación de
convivencia con las minorías blancas. Además, nos dice que en el momento en que
Próspero puede irse de la isla, decide quedarse. De hecho, Próspero no puede
irse de la isla porque el colonialismo no puede terminar. Si Próspero se fuera,
dejaría andando las instituciones coloniales.
Esta misma tesis la proponen Gillo Pontecorvo en la película
Queimada(1969) y Quentin Tarantino,
en Django unchained (2012). De hecho,
William Walker (Marlon Brando), una especie de Próspero en Queimada, no puede abandonar la isla homónima; ni Mister Candy
(Leonardo Di Caprio), otra especie de Próspero de Tarantino, puede desvanecerse
completamente de la situación colonial por más que el negro Django lo mate (en
la última escena de la película vemos a Django fumar en la boquilla de Mr.
Candy, símbolo mínimo pero símbolo al fin que el colonialismo no puede terminar
por más que trate de destruírselo).
3. Tercera posición: Renan
Entre estas dos escrituras (la shakesperiana y la césariana),
hay una tercera posición que podría calificar de “peronista”: es la de Renan.
Éste nos propone un giro retórico, dramático y conceptual notable en Calibán, continuación de “La Tempestad” (1878).
Ahí hace volver a Próspero al trono de Milán. Luego de la tempestad y luego de
haber vencido a sus enemigos, Próspero deja la isla y vuelve a su ducado. Al
volver se lleva consigo a Calibán y a Ariel. Estamos en presencia de un doble
movimiento: vuelve al ducado y vacía la colonia. En Milán, Calibán se rebela y arma
una revolución en contra de Próspero. Pero cuando el pueblo está pronto para
hacer la revolución y Calibán ya está en el poder, éste invoca el orden, la
moderación, el respeto de la propiedad privada. De hecho, ¿qué dice Calibán?
Que Próspero era “bueno y en varias cosas pienso imitarlo” (Renan 2017: 63).
Luego de Calibán Renan
escribe El agua de la juventud,
continuación de “Calibán” (1880). Aquí Próspero
es un científico y se dedica a la magia. Ya no quiere recuperar el poder sobre
Milán y dice que Calibán es un soberano prudente. Sobre el final del drama
Próspero le pide a Ariel: “deja de despreciar a Calibán. Sin Calibán no hay
historia” (Renan 2017: 170). Y luego solicita a Calibán que le dé un trabajito
a Ariel. Éste, el señor de Milán, le responde al viejo Próspero moribundo: “Amo, serás obedecido” (Renan 2017: 171).
¿Qué hay que leer en estos breves parlamentos? Una vez más: que el colonialismo
no termina porque por más que el señor colonial muera, desaparezca, se borre,
sea muerto y que el esclavo ocupe su lugar, el orden colonial es infinito. Toca
a todos. Y a todas.
4. Puntualizaciones teóricas
Algunas precisiones acerca del “sistema colonial-esclavista”,
que es la categorías más apropiada para nombrar lo colonial. Aquello que lo caracteriza es su capacidad de “actuar
a distancia”: de emitir ideología en un lugar e influir políticamente en el
funcionamiento de otro lugar, distante (periférico) respecto de ese “centro de
excitación” que es la metrópolis. Se trata de un modelo político-ideológico-inalámbrico
(wirelesspolitic). Si lo pensamos
como un sistema de comunicación, el sistema colonial-esclavista implica una
capacidad de teleacción. Esto es: de incidir sobre algo a través de la emisión
distante de información ideológico-codificada, que antes viajaba en los barcos
(negreros y mercantes) y hoy viaja en la red bajo forma de bit.
Raza. El sistema colonial-esclavista
pivotea alrededor de la idea (idea material y objetiva por cierto) de raza para constituir la identidad de lxs
colonizadxs. Calibán para Césaire es negro, por ende Sicorax también, mientras
que Ariel es mulato. La raza es la dimensión inicial y necesaria (en
el sentido griego del anankaion aristotélico:
inevitable) para pensar
el sistema colonial-esclavista.Es el vector a partir del cual se moldeó la
modernidad. Se trata de la ficción que todo mito necesita. Por cierto, una
ficción fundida con la realidad. La racialización, en tanto articulador social,
sirvió para postular y subjetivar distintos niveles de humanidad. Pero es sobre
todo uno de los ejes del sistema de poder que encuentra sus reverberaciones en
el ámbito del trabajo. Calibán corta la leña con la cual Próspero y Miranda se
calientan en su gruta. Calibán (y más precisamente el sector social que él
representa) es la subjetividad dedicada/obligada al trabajo forzado, condición
para que Próspero (y su sector social) se dedique a la magia (metáfora de la
condición intelectual-política, estatalizante).
“Europeo”, “indio”,
“africano” se encuentran entre las identidades “raciales”. Esta clasificación
es la expresión más profunda y duradera de la dominación colonial. Con la
expansión del colonialismo europeo, la clasificación fue impuesta sobre la
población del planeta. Desde entonces, ha permeado todas y cada una de las
áreas de la existencia social, constituyendo la forma más efectiva de la
dominación social tanto material como intersubjetiva (Lugones 2008).
Sin embargo, para dar cuenta del drama del sistema
colonial-esclavista en sus pliegues más sensibles y delicados (con todas las
rudezas que su maquinaría implica),la idea de raza debe ser cruzada con la de género. Esta categoría es necesaria para
entender los personajes femeninos –Miranda y Sicorax– y las relaciones sociales
que establecen con el género masculino. El género reverbera en las relaciones
sociales, y tiene un impacto en lo que llamamos la construcción del poder.
El género es una de las
referencias recurrentes por las que se ha concebido, legitimado y criticado el
poder político. Se refiere al significado de la oposición varón/mujer, pero
también lo establece. Para reivindicar el poder político, la referencia debe
parecer segura y estable, fuera de la constitución humana, parte del orden
natural o divino. En esa vía, la oposición binaria y el proceso social de
relaciones de género forman parte del significado del propio poder; cuestionar
o alterar cualquiera de sus aspectos amenaza a la totalidad del sistema (Scott
1990).
Entonces, el cruce entre y la
retroalimentación de raza y género activa y posibilita un análisis
más exhaustivo para dar cuenta del sistema colonial-esclavista, pero también
para entender la conformación de identidades de lxs colonizadxs en general y de
las mujeres, en particular.
5. Madre, hija, bruja: negras
En este apartado me gustaría avanzar con algunas reflexiones
alrededor del mito de la (des)colonización en función de Miranda y de Sycorax, personajas femeninas tensadas entre Shakespeare
y Césaire. De hecho, mientras que el contenido dramático/ideológico de Calibán,
Ariel y Próspero se modifica entre La
tempestad y Una tempestad,
Sicorax y Miranda se presentan como invariables. Quiero decir que la dramática de
Césaire coincide ideológicamente con la shakesperiana por lo que concierne a la
condición humana femenina.
Sycorax. Césaire, como Shakespeare, la
trata de bruja, mientras que Próspero es el mago. Ahí se trama una tensión
entre un saber legítimo –la magia: sinónimo de ciencia (lo que llamamos hoy
ciencia a lo largo de la historia se llamó teología)– poseído por un hombre, y
un saber desprestigiado: la brujería situada sobre (o mejor: a través de) el
cuerpo de una mujer. Por eso mismo Próspero, que tiene un poder y un género
legítimos, encierra a la bruja en un árbol. La tecnología –el saber, la magia–
es el criterio del colonizador para “medir” el grado de cultura
(avanzado/primitivo) alcanzado por los “pueblos”. Y la mujer que carece de una
tecnología “legítima” debe ser descrita como si formara parte de la
“naturaleza”. Y esa mujer es Sicorax, que es “primitiva” porque posee un
conocimiento irracional. Pero es también Miranda. En cuanto a Sicorax, para
demostrar que en América Latina el mito que estamos discutiendo permea
densamente la realidad política: en la Argentina post-2015 se llama Milagro
Sala.La
isla se llama Jujuy, el árbol se llama Alto Comedero y
Próspero es Morales, no el Evo (Presidente de Bolivia) sino Gerardo “el
contador”.
La historia siempre se repite dos veces...
El encierro de Sicorax es la condición de posibilidad de la
gobernabilidad de Próspero. Madre sin ser esposa, madre sin marido. Por eso
mismo es posible conjeturar que no era una bruja sino un sujeto emancipado, y
por eso mismo violentada. Para el sistema colonial-esclavista es intolerable
que una mujer tenga poder: sobre sí misma y poder sobre otros. Por eso mismo
Próspero la anula.
Miranda. Está atada a Próspero, a su
señorío, es su hija. Esto en términos generales nos enseña que la mujer es un
sujeto sin autonomía en el sistema colonial-esclavista (y en el mundo del siglo
XXI también, por eso el feminismo es el principio de la revolución). El propio nombre,
Miranda, tiene una raíz latina que quiere decir admirar. Miranda es una mujer que debe ser mirada y admirada de
parte de los personajes masculinos. Y puede mirar, pero nada más. De hecho, los
parlamentos y las acciones que Shakespeare y Césaire le encomiendan son
objetivamente mínimos, casi nulos, nunca propios (en el sentido que son
subsidiarios de las necesidades y deseos masculinos). De hecho, casi no habla.
Pues bien, en su dramaturgia descolonizante,
Césaire lamentablemente se adhiere a Shakespeare en cuanto a la caracterización
genérica de la mujer. Esas mujeres son la bruja Sycorax o la hija Miranda, que
más que hija es recurso natural de Próspero; pues éste la casa (pero bien
podríamos decir: la caza) con
Fernando para reconquistar el ducado de Milán.
Como forma sintética y de las consideraciones que expuse
desciende que es posible sostener que Miranda es sujeto del orden colonial
tanto como lo es Calibán. Miranda es
negra, por más que parezca contradictorio, incluso insostenible. Como
Calibán, Sycorax y Miranda pertenecen al grupo de los oprimidos. Sus cuerpos
violentados, apropiados, encerrados concentran las luchas que el sujeto
femenino dio a lo largo de la historia. Las luchas contra la figura tutelar del
hombre blanco, tecnológicamente ilustrado (pretendidamente), es la lucha de la
mujer en contra de su subordinación dentro del sistema colonial-esclavista.
Miranda y Sycorax entraman el mito de las luchas contra la opresión y contra la
permanencia de la colonialidad en las
relaciones que las determinan y las componen.
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