Una reseña de Magnetizado. Una conversación con Ricardo Melogno. a cargo de Facundo Nieto
Los
libros de no ficción suelen generar en el lector una pregunta inútil
pero inevitable: ¿cuánto de lo narrado es real y cuánto es producto de la
invención del autor? En el caso de Magnetizado, la pregunta se potencia
porque la historia del protagonista –un hombre de más de cincuenta años,
actualmente detenido en el pabellón psiquiátrico de la cárcel de Ezeiza por
crímenes cometidos a los veinte años de edad– tiene la rara virtud de reunir
una serie de elementos presentes en la primera ficción de Busqued (Bajo este
sol tremendo, 2008): el trasfondo de la dictadura militar, el problemático
vínculo entre madre e hijo, la violencia contra los animales. Hasta el nombre
del bar que frecuenta Melogno parece aludir a aquella novela: “Los Dos
Hermanos”. Pero quizás el rasgo más busquediano del libro, junto con la
reproducción icónica de material periodístico, resida en el comportamiento del
protagonista, idéntico al de Cetarti o Danielito en Bajo este sol…:
tedio, ensimismamiento, inexpresividad.
También
contribuye ala pregunta por los límites entre realidad y ficción la simetría
casi borgeana de la “extraña, breve y a su manera sobria serie de asesinatos”
(p. 11) (“la periódica serie de hechos de sangre”, decía el narrador de “La
muerte y la brújula”):en cuatro noches de septiembre de 1982, en cuatro
esquinas del barrio de Mataderos separadas entre sí por pocas cuadras, Melogno
asesina inexplicablemente a cuatro taxistas con un disparo de Bersa calibre 22
en la sien derecha desde el asiento trasero de los taxis. En consecuencia, Magnetizado
puede leerse como una novela policial que narra “un caso raro de crimen sin
resolver. El asesino está preso, están claros el dónde, el cuándo, el cómo, el
quién, pero falta el porqué” (p. 133).
A fin
de indagar en ese porqué (“Nunca tuve una explicación para eso. Ni cómo vino,
ni cómo se fue”, dice Melogno), Busqued bucea en notas periodísticas e informes
médicos, y entrevista a abogados, psiquiatras y al propio Melogno. Con esos
materiales, reconstruye los hechosde manera similar al modo en que el protagonista
dice reconstruir su propia vida: “Yo tengo una historia. Esa historia tiene
muchos vacíos, que fueron llenados por forenses, psiquiatras, médicos […].
Reconstruyo mis hechos a través de la palabra de otros” (p. 59). El resultado
es la biografía de un sujeto forjada por diferentes formas de la tortura:
la tortura familiar ejercida por una madre andrófoba y violenta, la tortura
psiquiátrica desplegada en la siniestra Unidad 20 del Hospital Borda y torturas
carcelarias de las que, extrañamente, Melogno sale sin marcas físicas. A
todas ellas, el protagonista sobrevive gracias a la posibilidad de refugiarse
en una zona imaginaria, ajena al “mundo real”, un universo “alterno” o
“paralelo” fabricado con reinvenciones de series e historietas de El Tony,
Fantasía y D’Artagnan y, especialmente, sobre la base de saberes
procedentes del espiritismo y la santería.
A
través de la historia de Melogno, el libro de Busqued también explora,
indirectamente, otra Historia. Por un lado, la del final de la dictadura,
porqueel relato del protagonista, atravesado por la Guerra de Malvinas, por la
crisis económica inmediatamente posterior a la guerra y por las desapariciones
(el propio Melogno estuvo desaparecido durante un mes), permite vislumbrar
otras torturas y otros Mataderos. Pero también habla del presente, de la
vulneración actual del estado de derecho y de su violencia sobre un sujeto
escindido que, declarado inimputable en Capital pero penalmente responsable en
Provincia, continúa encarcelado ilegalmente habiendo cumplido ya la totalidad
de su condena.