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"Testamento de un perro", por Nicolás Alfonso Brizuela (Ilustración de Reca)

Nicolás Alfonso Brizuela y Juan Reca, con arte y melancolía, le bajan la persiana a este segundo número. 



Te dejo los días como fuego y como hojas secas y verde pasto

Te dejo la tibieza del sol del invierno que calentó mi lomo

Te deja las banderas de la tristeza y de la alegría sobre mi morada
Esa que ustedes llaman, manera vernácula, cucha.

Fuiste un buen hermano que me supo acompañar a la distancia,
Que a veces me miraba sintiendo tristeza porque

Yo no poseía la razón, esa que a ustedes los hace tan
injustamente justos
Y tan cabalmente atroces.

Solías llamarme por un nombre inventado
Desconociendo que yo tengo uno secreto, uno prístino.
Nunca entenderé esa manía de ustedes de
Forzar un nombre para cada cosa, para cada ser.

Yo no sé qué recordarás cuando los años pasen y
Estés tan viejo como yo ahora, ahora que ya sueño en
Colores porque me parezco un poco a ustedes,
Con el tiempo uno se iguala a lo inmediato.

Quizá te sirva saber que desde lo cuadrúpedo y
Sin pasar el metro, el mundo parece tan vasto
Que nuestros dioses siguen siendo algo ininteligible y
No la materia, la carne;
Por eso un jardín se nos antoja un bosque.

La vida de este modo es más que la añoranza de lo
que
No se posee, es más que el ejercicio de las letras, que
el trabajo cotidiano,
Que las cuentas por pagar, que los relojes que marcan
el tiempo.

El tiempo es algo tan diferente a como lo ven ustedes,
Él es la víspera del cambio de las estaciones, una lluvia, el rocío,
La modificación del pelaje, la llegada de alguien a
quien
No se veía hace mucho.

Pasamos buenos momentos juntos.
Tus noches eran diferentes a las mías pero hubo
Momentos de contactos entre tu lucidez y razonamiento
Y mi precario entendimiento, por ejemplo en el hecho
de contemplar las estrellas.

A veces sentía pena por su mundo tan lleno de cosas
inventadas, inertes.

Sé que a donde me dirijo es un camino ya preparado
Es como el final de una etapa preanunciada
Un logro, una coronación.
Con el devenir de los años a mí también me apuró la
ceguera, como a ese que tú admiras,
Pero mi conocimiento es diferente al de él, mis juegos
son otros que los del lenguaje.

Te dejo también el olvido que convierte a los sentimientos
en recuerdo.
La simpleza del fulgor del sol y la felicidad de lo cotidiano,
de lo pequeñamente cotidiano y diario.

Te dejo el deslumbre de la maravilla de las flores, pero
no su secreto.
También te dejo algún atardecer en que fue alegre y
único verte llegar
Y sentirte vivo.

Te dejo el sentimiento de la vida, que es todo lo que puede dejar un perro.