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Patricio Vega, el monje negro de las ficciones



Fue uno de los autores de Los Simuladores, la legendaria serie argentina creada por Damián Szifrón. Seguidamente, tuvo la idea original de Hermanos y detectives, en la cual volvió a trabajar a dúo con el  reconocido director. Fue el guionista de Tesis sobre un homicidio, Música en espera y Mi primera boda. Este año presentó El Lobista, su último trabajo, donde una vez más exhibe que lo más importante para hacer televisión de calidad son las historias y los modos de narrar. Patricio Vega, de él estamos hablando, nos compartió su mirada acerca de El Lobista, el oficio de escribir ficción y el rol del guionista en la actualidad.  

Por Lucas Bauzá y Nicolás Alfonso Brizuela 


EL LOBISTA
¿Cómo llegás a escribir El Lobista? ¿Fue por encargo o presentaste el proyecto por tu cuenta?
Es un proyecto por encargo. La diferencia es que yo no suelo aceptar proyectos en los que no vea la posibilidad de contar una historia que me interese. Así que si bien no nace de mí, lo hice propio con la escritura.

Según vos, existen tres pilares fundamentales en una historia: el tema, la trama y el personaje. ¿Qué te surgió primero y de qué modo?
Te cambiaría la tríada: Personaje, Mundo y Trama. En este caso había un personaje; el lobista que le da título a la serie. Y desde el principio la intención fue que ese personaje lo encarnara Rodrigo de la Serna. Empecé a escribir pensando en él, en su energía, en su manera de decir. Luego fueron surgiendo posibilidades de mundos. El ámbito de la política, los negocios, las transas judiciales es en donde un lobista de mueve con comodidad. Pensamos entonces, junto con Adrián Suar y la gente de Turner un espacio donde no le sea tan fácil manejarse y así apareció este personaje del pastor religioso que interpreta Darío Grandinetti. Un lobista está acostumbrado a tratar con políticos corruptos, ¿pero un predicador mesiánico y medio psicópata…?

¿Cómo encaraste el proceso de escritura, desde tu formación cinéfila, teniendo en cuenta que es un formato televisivo? ¿Qué herramientas del cine utilizaste para tener ese plus que muestran tus guiones televisivos? 
El lenguaje audiovisual nace con el cine, la televisión lo hereda. Siempre que se cuenta una historia se ponen en funcionamiento mecanismos cinematográficos. No hace falta forzar un plus. Por eso creo imprescindible que el guionista se forme viendo cine y sobre todo viendo cine clásico. Si uno aprende del original quizás haga buenas copias, pero su uno aprende las copias… sólo queda repetir clisés. 

¿Realizaste algún tipo de investigación teniendo en cuenta el submundo político en el cual se desarrolla la historia? ¿Cambió algo tu visión acerca de la política luego de haber escrito El Lobista?
Me hubiera gustado tener tiempo para una investigación más profunda. Esa es una de las cosas que la producción televisiva necesita incorporar, tiempo de desarrollo para los guiones. Hablé con algunos referentes del periodismo político, leí notas sobre lobistas que encontré en Internet, investigué sobre negociados y estafas financieras. En fin, lo que pude. El resto sale de mi imaginación y mi prejuicio.
La política es una negociación constante y no está mal que así sea. Hay muchas partes que necesitan ponerse de acuerdo. El tema es siempre a quién se incluye y a quién se excluye en esas negociaciones. ¿Para quién se gobierna? La Argentina es una cantidad enorme de países posibles, ninguno de los cuales llegó a crecer todavía lo suficiente.

Rodrigo de la Serna definió a Matías Franco, su personaje, como “psicópata y siniestro”. ¿Cómo surgió la construcción de este personaje? ¿Cuáles son los detalles que lo definen a Franco, detalles que a tu entender son vitales para la verosimilitud y la identidad de un personaje?
Yo no diría que es un psicópata. Es manipulador, sí, pero tiene una esencia noble que quizás termine rescatando con esta aventura. Desde el comienzo sabíamos que necesitábamos un personaje sucio, ventajero, inescrupuloso, pero que aun así tenía que ser querible. Y la energía de Rodrigo va en esa dirección. Él supo hacer de Matías Franco un personaje con quien podemos empatizar, a pesar de todos sus defectos.
Lo interesante de un personaje es siempre su contradicción  y de qué manera la historia ayuda a exponer esa contradicción. Cuando escribí Tesis sobre un homicidio lo que me interesaba era poner en conflicto la inteligencia del personaje de Darín con su poca tolerancia a fracasar en su hipótesis sobre el crimen. En esa lucha interna estaba el corazón de la película. En El Lobista Matías Franco quiere hacer mucho dinero, pero la verdad es que no sabe para qué.


¿Cuál es el personaje con el que cual más te identificaste y por qué?
Con todos. La ventaja de un escritor es que puede dar rienda suelta a una esquizofrenia literaria y no pagar (demasiado) las consecuencias.

En los `90, ficciones como Pizza, birra y faso, Okupas y Bolivia mostraron a las víctimas del sistema, es decir aquellos que terminan sufriendo un  mal uso del poder. ¿A qué atribuís que en los últimos tiempos, con producciones como House of Cards, La cordillera y El Lobista, se hayan comenzado a narrar tramas y personajes que representan el poder? ¿Qué sensaciones te produjo crear personajes con poder? 
Las tramas y personajes que representan el poder han sido contados desde Shakespeare. Siempre son interesantes. Quizás ahora hay cierta toma de conciencia de la manipulación que ejerce el poder a través de diferentes acciones al parecer nobles o inocentes, como el acceso ilimitado a redes sociales. Ya no es sólo la paranoia de un loco suelto; es la certeza de que hay una fuerte intención de guiar nuestra decisiones, de condicionar nuestra reacciones, de crear un supuesto “sentido común” que justifique todo tipo de atrocidades.    

¿Estás contento con los resultados finales de la miniserie? ¿Qué aprendiste, en relación a tu oficio, al verlo?  
Hacer ficción en Argentina es muy complicado: tiempos, presupuesto, agendas de trabajo de los actores. La verdad es que en este contexto estoy asombrado y fascinado con el resultado. Daniel Barone es un mago y la producción trabajó increíblemente bien para aprovechar los recursos de manera inteligente y sumando siempre para contar la historia de la mejor manera. Estoy muy contento con lo que vi hasta ahora. Creo que hicimos una muy buena miniserie.
Si algo aprendí es que el guionista tiene que escribir lo posible. Un guión es una expresión de deseo, después está la realidad. Ese choque puede ser una batalla sangrienta o un encuentro amable. En el caso de El Lobista fue una convivencia armónica.

EL ROL DEL GUIONISTA EN LA ACTUALIDAD
Rodrigo de la Serna declaró que una de las razones de volver a trabajar en la televisión argentina fue tu guión, al cual definió como “impecable”. ¿Qué sentís ante semejante reconocimiento, teniendo en cuenta el lugar marginal que suele ocupar tu oficio en nuestro país? 
Rodrigo es sumamente generoso al hablar de mi trabajo. Tuve la suerte ya de que interpretara a Franco Montero en Hermanos & detectives. Es un actor potente, versátil, con una poética propia y una energía avasallante. Y mejora cada día. Ojalá siga pensando lo mismo de mi trabajo ahora que ya terminamos de grabar la serie, jaja.

¿Creés que estamos lejos de la aparición del showrunner en la televisión argentina? ¿Qué factores lo impiden y cuánto creés que se está perdiendo sin esta figura?  
El showrunner en nuestra televisión sigue siendo el productor, como era en la televisión de los ’80 en Estados Unidos. Y el productor tiene, a veces, otras metas: que la ficción entre en caja, que tenga una comercialización clara, que sea vendible a la mayor cantidad de mercados posibles, que mida bien en rating, que encaje con el target de la señal donde se emite. Todas cosas que son necesarias, pero que muchas veces conspiran contra la identidad estética y narrativa de una serie. Por otro lado algunos “autores” (guionistas y directores) a veces desconocen las necesidades y limitaciones de la producción y local y pretenden una libertad creativa y presupuestaria casi utópica. De cualquier manera estoy convencido de que es el guionista el que mejor puede conducir un proyecto de ficción para tv. A diferencia del cine los contenidos para televisión, tanto la tv de aire como el streaming, están fundados en la narración. Lo que importan son las historias y las formas de narrar. En tv el director está subordinado a la historia. Por eso creo que hay que formar guionistas con un conocimiento amplio que puedan coordinar distintas áreas sin perder de vista lo fundamental: el relato.

¿Cómo ves, desde tu posición, la relación futura entre la TV abierta y el streaming? ¿Creés que un guionista tiene que prestar atención a la forma en que se consume ficción en la actualidad o eso sólo es asunto de los otros actores de la industria (directores, productores, etc)?  
No es una relación futura, es un conflicto presente. La tv abierta está perdiendo espectadores. Los espectadores consumen contenido de una manera muy distinta que no siempre incluye encender la tv en el horario fijado para ver una ficción. El lobista, en ese sentido, es una colaboración entre distintos actores de la producción de contenidos; Polka, Turner y Cablevisión Flow y por eso tiene una forma de emisión triple. Es un manera de ir adaptándose a la realidad del consumo. Sin embargo veo también un posible conflicto en esto y es el de quedar a merced de un espectador tirano y ansioso que cada vez tiene menos  predisposición a disfrutar de una historia con su tempo particular y necesita contenidos fast-food que no le impliquen demasiado tiempo ni atención. No me interesa ese espectador y creo que las producciones de ficción no deberían transformarse en el rehén de un niño caprichoso.

A pesar del éxito que tuvo en nuestro en país y en España, fuiste muy crítico con la serie La casa de papel, y la definiste como “un producto antes que un relato”. ¿Qué te provoca ver la imposición exitosa de las `Leyes del mercado´ en desmedro de los `trabajos de autor´? ¿Creés que también hay una responsabilidad de los propios espectadores, por su afán de “convertir todo en remera”, y que entonces la pérdida del rigor  narrativo sea cada vez mayor?  
Hay distintos tipos de contenidos y distintos tipos de espectadores o por lo menos debería haber. La casa de papel es un muy digno producto que entretiene a una gran cantidad de espectadores. No estoy para nada en contra de eso. Muchas veces uno va a un concierto y ve un solo de guitarra espectacular que sólo es eso, un espectáculo. Y cumple su propósito: levantar aplausos del público enfervorizado por los gestos del guitarrista más que por la música. Para algunos espectadores eso no es suficiente. Muchos esperamos que la música no sea sólo una destreza física, sino una comunicación íntima. Lo mismo sucede con las historias y la manera de contarlas.

¿Cómo ves la industria de cine nacional en relación a este gobierno, de una marcada visión empresarial y para el cual es una premisa el achicamiento del gasto estatal?  
Bueno, la respuesta está un poco implícita en la pregunta. El cine, la cultura es una herramienta de construcción de identidad. Es sano que el Estado la vea como una oportunidad de conocernos y darnos a conocer en el mundo y no como un negocio que no da ganancia. Nunca una expresión artística es un gasto, siempre es una inversión, pero quizás para esta gestión las inversiones necesitan de una tasa de interés concreta. Es muy peligroso reducir la cultura a la rentabilidad. Son dos lenguajes totalmente diferentes.
Para muchos el artista es ese hijo vago al que hay que mantener. No puedo estar más en desacuerdo.

EL OFICIO DEL GUIONISTA
A lo largo de tu obra se ve una permanente intertextualidad con otros lenguajes discursivos, ya sea con películas de culto u obras literaturas, referencias que pueden ser un detalle o incluso la base argumental desde la cual comenzás a escribir (el ejemplo paradigmático es Tarde de perros y el capítulo del robo al banco de Los Simuladores). ¿Cómo trabajaste para aplicar esas múltiples referencias sin haber caído jamás en el elitismo y conservando siempre un tono popular? ¿Cuáles son las razones para implantarlas en tus ficciones?    
No creo que sea sólo una marca de mis historias. Hay referencias a películas en todos lados, incluso en publicidades.
En el caso de Los Simuladores y más tarde en Hermanos & detectives resolvimos trabajar sobre los géneros. Está el capítulo de espías, el de extraterrestres, el de la toma de rehenes al banco, el de vampiros, etc. Es una manera de resonar con una tradición cinematográfica que nos gusta. El género te permite encontrar rápidamente un despliegue narrativo sobre el que construir tu propia historia.


¿Cuánto pensás que sirve la literatura como insumo para el trabajo de un guionista? ¿Qué tipo de literatura te gusta y te ha marcado?
Leer es fundamental para cualquier profesión, ni hablar para aquel que se dedica a contar historias. También es importante la música y para mí en particular, y desde hace unos años, el teatro. Descubrir a Spregelburd fue una revolución.
Lo que lees, lo que escuchas, lo que ves, te va moldeando. En mi adolescencia consumí todo Cortázar. Me apasionaba esa ambigüedad para construir lo real. Luego, en mis veinte años quedé impactado con Borges y Bioy Casares. Eran los Dioses a quienes adoraba. Los libros, como la música, quedan asociados a un momento de tu vida y llevan consigo todas las resonancias de esa época. Construyen tu propia mitología.
Más hacia los treinta me volví fanático de J.D. Salinger. ¿Quién no? Hoy por hoy, escritoras como Alice Munro o Samanta Schweblin están más cerca de lo que me conmueve.

Trabajaste mucho con el género policial, especialmente siguiendo la vertiente clásica, “de enigma”. ¿Por qué pensás que en el lenguaje audiovisual se logran construir historias verosímiles desde esa vertiente inglesa del género, género que la literatura nacional, en líneas generales, abandonó o incluso parodió para mostrar su agotamiento?
Trabajé y trabajo mucho dentro del género policial y sus subgéneros, pero para ser precisos no diría que hago “policiales de enigma”, excepto en un capítulo de Hermanos & detectives, porque justamente queríamos probar de transitar ese género. La idea de un detective extremadamente culto, inteligente, deductivo que resuelve crímenes gracias a su intelecto no está dentro de mis preferencias. Lo haría sólo como un ejercicio de estilo. Las historias que escribí están más cerca del thriller psicológico, que del policial inglés. En el caso de Hermanos & detectives, si bien Lorenzo (el niño) era una variante del personaje de Sherlock Holmes (por decirlo rápido) los capítulos transitan diferentes subgéneros del policial de una manera autoconsciente. Y la presencia del hermano mayor policía los pone más cerca de una buddy movie.

¿Qué lugar creés que ocupa el humor en tu narrativa? ¿Lo buscás o te “surge” en el momento de la escritura? 
No soy una persona especialmente graciosa, pero entre todas las cosas que aprendí de Damián Szifrón la más importante es escaparle siempre a la solemnidad. Y eso es todo lo que trato de hacer.