En la segunda temporada de El Marginal vimos cómo los hermanos
Borges, además de haber ascendido
meteórica y maquiavélicamente a la cima del penal de San Onofre, se dieron el
lujo de ingresar al panteón de grandes villanos de la televisión argentina, y
ya no habrá motín que los pueda derrocar del imaginario colectivo.
Interpretados con maestría
por Claudio Rissi y Nicolás Furtado, compartimos una serie de reflexiones sobre
Mario y Diosito, a cargo de los verdaderos dueños del pabellón: el director
Alejandro Ciancio, los autores Silvina Olschansky y Guillermo Salmerón, y los
guionistas Andrés Pascaner y Nicolás Marina.
Por Nicolás Alfonso Brizuela y Lucas Bauzá
Ilustrado por Joaquín Zelaya, de Gordobueno
¿Por
qué creen que se produjo un fanatismo tan grande por los hermanos Borges?
Guillermo
Salmerón: No tiene tanta explicación… Creo que hay un gran mérito de los actores,
de la química que se construye en el set, eso sí creo que es virtud absoluta de
los actores más allá de los libros. No sólo con los Borges, sino en general con
los demás actores, por el fruto de un gran casting. Y quizás también ayudó el
hecho de que fueran actores desconocidos para el gran público, no figuras de
renombre o más vistas... Aparecen personajes a los que vos no les conocés tanto
la cara, y ya les ponés esa cara a esos tipos que ya los conocés así, no tienen
antecedentes. Probablemente, lo difícil para ellos va a ser salir de eso
después. Imaginate que si los Borges hubieran sido Echarri y Gil Navarro, por
ejemplo, habría sido más difícil ese fanatismo porque la gente los asocia con
otros personajes, todo el tiempo está presente en el imaginario que son actores
actuando de presos. Y acá que me parece que nos permite jugar a que son presos
de verdad… Además recrearon tan bien la jerga, el modo de relacionarse, los
gestos, todo eso está tan bien compuesto que por ahí debe estar la explicación…
Silvina
Olschansky: Supongo que porque son pícaros y astutos, saben querer (bah, ¿saben
querer?) y en principio pareciera que tienen códigos. Aunque realmente no los tienen
tanto como dicen. Es como la frase
“tengo mis principios, pero si no te gustan, tengo otros”. Los Borges son así
con los códigos.
Alejandro
Ciancio: Porque el amor de hermanos es único. Hay un vínculo ahí, de amigos, de
sangre, de amor, que es superior. Además son muy graciosos.
Nicolás
Marina: Creo que
todos llevamos un delincuente indisciplinado y amoral en algún rincón de
nuestras personalidades bienpensantes y domesticadas. Y cuando aparecen
personajes de ficción (o reales) que exhiben tan libre y salvajamente ese
costado, se produce cierta identificación involuntaria.
Andrés
Pascaner: Los hermanos
Borges son los villanos de la primera temporada. Pero son villanos simpáticos,
por momentos queribles, que conmueven a los espectadores. Cuando Marito llora
la muerte de su cuñado, o Diosito está en conflicto con su sexualidad, se
muestran vulnerables y eso enternece. La dinámica entre ambos permite que nos
identifiquemos con ellos más que con cualquier otro personaje, porque son los
únicos que están encerrados junto con un hermano. Todos sabemos cómo es
preocuparse por un hermano, cuidarlo pero a la vez pelearse, tener esa típica
rivalidad que muchas veces bordea lo infantil. El fanatismo por los Borges para
mí se produce por todas esas razones, sumadas al tremendo trabajo de los
actores, que interpretaron los diálogos más memorables.
¿Cuáles
fueron los desafíos de imaginar y construir a Mario Borges sin el poder de la primera temporada?
Salmerón:
Más
o menos se pensó igual… Es un tipo que en su ADN ya aparece como un “poronga”.
Cae ahí pero ya tiene los modos, nunca nos salimos del todo de lo que fue la
primera temporada. Él se mueve, se maneja, habla, y su cuerpo expide que es un
tipo difícil, jodido, y que sabe manejarse dentro de la cárcel. Creo que no
aparece como un pollito mojado... Así que en eso no hubo un desafío en
particular. Pero sí tuvimos algunas discusiones y debates respecto a lo que
hacíamos con Diosito, porque había dos posiciones. Y volviendo a la pregunta
anterior, la del fanatismo, había una posición que decía que ese personaje, que
fue muy comprado, que recogió mucha simpatía en la primera temporada, tenía que
aparecer tal cual lo conocíamos, o sea, la gente lo tenía que ver tal como
había sido, y si no lo veían así se iban a llevar un disgusto. Probablemente
tuvieron razón los que pensaron eso. Con Silvina, desde la construcción del
guión, nos parecía que teníamos que hacerlo distinto a él. Diosito tenía que ir
convirtiéndose, progresivamente, en lo que fue en la primera temporada. Y que
el Diosito que aparece en el inicio de la segunda temporada en realidad tenía
que ser más el Diosito que aparecía sobre el final. O sea un tipo más inocente,
caído en desgracia en el delito pero sin estar definitivamente asociado con la
actividad delictiva, un tipo que fuera teniendo ese look durante su estadía en
la cárcel. Pero bueno, la decisión fue que el puntapié inicial fuese con
Diosito disparando un cañonazo. Salió de manera exitosa, pero creo que también
de la otra forma hubiera estado bien igual.
Olschansky: Fue divertido
sacarle sus privilegios, y me gusta que el personaje mantiene su dignidad. Nunca
baja la cabeza. Siempre mantiene su prestancia. Muestra que por algo es Mario
Borges: que con o sin poder, se mueve en la cárcel como un pez en el agua.
Ciancio:
Saber
que es un personaje que tiene poder, que es naturalmente un líder, pero que
ingresa a una realidad en donde no puede simplemente gritar “¡Ahora mando yo!”.
Había que construir no sólo a la persona poderosa, sino al estratega, al líder
pensante, al “genio” de Mario Borges, que justamente es lo que le termina
diciendo Diosito: “Sos un genio, Borges”.
Marina: Desde el papel, el desafío era el de crear un
personaje que fuera un delincuente, con muy pocos códigos morales, y que así
todo generase en la gente cierta empatía. Después, cuando le das ese papel a un
actor como Claudio Rissi para que lo interprete, se vuelve todo mucho más
fácil.
Pascaner: El desafío de
construir a Mario Borges sin el poder de la primera temporada radica en que él
siempre se siente un “poronga”. Si bien en El
Marginal 2 entra a San Onofre como un paria, Marito es un megalómano, un
psicópata. Sabe que es más astuto que los demás presos y que si juega bien sus
cartas puede quedarse con todo el poder. Entonces tuvimos que imaginar formas
de mostrarlo confiado, a pesar de que estaba en inferioridad de condiciones y
que su vida corría peligro.
Si
Borges encarna el Mal, ¿qué lugar ocupa Antín y quién es el Bien en San Onofre?
Salmerón:
No
sé si Borges encarna el Mal. Yo creo que encarna el Mal más en la primera
temporada. Pero es tan difícil de definir qué es el Bien y qué es el Mal… En
esto creo que la calificación es “más o menos simpático”, ¿no? A mí el
personaje que me cae absolutamente antipático es Morcilla, son los personajes
que yo más detesto, incluso en la vida. Puedo lidiar con gente que me parezca
hija de puta pero con tipos veletas, traidores, gente que se pasa de bando
rápidamente, gente cagona… Eso es lo que más me molesta y me irrita, y Morcilla
es el personaje que más me irrita y el que me parece el más amoral de todos. Y
Borges en la primera temporada se convierte en un burócrata, en un poronga
administrador que sí, me cae mal. En cuanto a Antín, me cae simpático porque en
definitiva siempre es el ganador de la contienda, y el personaje que tiene más
matices. A veces tiene actitudes nobles con Emma y a veces no. Por ahí, los que me parecen
personajes más malignos y más planos son los guardias.
Olschansky: Si lo miramos en
términos de Bien o Mal, Antín también es el Mal. Peor aun por su cargo. Y el
Bien para mí serían los pibes de la Sub 21.
Y Emma también es el Bien, pero desde otro lugar, ella parece tener un
disfrute al estar ahí, algo que la llena, un intercambio digamos, de hago el bien
pero recibo a cambio.
Ciancio:
No
estoy tan de acuerdo con que Borges sea el Mal. Antín es el poder real que está
dado por la estructura de gobierno. Al ser la ley y las reglas, dentro de la
cárcel es el poder. El Mal y el Bien son particularidades de los personajes.
Porque Borges puede ser el Mal para algunos pero el Bien para otros. Catalogar
y encasillar que Borges es el Mal, sería
estigmatizarlo y juzgarlo.
Marina: No sé si Borges encarna el Mal, así en
mayúsculas. En todo caso encarna un aspecto oscuro, o mejor dicho gris, del ser
humano. La postura de Antín, en todo caso, me parece mucho más deplorable
que la de Borges. Y en cuanto al Bien, siento lo mismo. Digamos que todos los
personajes, en algún momento determinado, pueden encarnar el bien o el mal en
sí mismos, pero sin identificarse plenamente con ninguna de esas dos
categorías.
Pascaner: Antín encarna un Mal “más malo” que Borges. Es el Mal que ostentan los poderosos, los impunes. Antín es una crítica perfecta a la clase política corrupta. Su manera de mentir inescrupulosamente es graciosa, hasta que te das cuenta de que es el único que se sale con la suya. Antín es más peligroso que Borges, porque él debería hacer el bien y sin embargo actúa en beneficio propio. Su personaje nos sirve para denunciar que al final, pase lo que pase, el Mal suele triunfar.
Pascaner: Antín encarna un Mal “más malo” que Borges. Es el Mal que ostentan los poderosos, los impunes. Antín es una crítica perfecta a la clase política corrupta. Su manera de mentir inescrupulosamente es graciosa, hasta que te das cuenta de que es el único que se sale con la suya. Antín es más peligroso que Borges, porque él debería hacer el bien y sin embargo actúa en beneficio propio. Su personaje nos sirve para denunciar que al final, pase lo que pase, el Mal suele triunfar.
¿La
centralidad de los Borges en la trama ya estaba dada de antemano o ellos, ya
sea por la dinámica propia de la escritura y/o por el trabajo monumental de
Rissi y Furtado, se fueron imponiendo paulatinamente como protagonistas casi
absolutos?
Salmerón: Sí, estaba dada
de antemano. Sobre todo la centralidad de Diosito, eso está en los libros…
Además los libros estaban escritos antes de comenzar a grabar. En la primera
temporada no, la segunda mitad de los capítulos se hicieron con las grabaciones
ya empezadas. Acá hicimos todos los libros y todavía no se había empezado a
grabar. En esta temporada era una centralidad compartida con el personaje de
Lamothe, lo que pasa es que este personaje, por sus propias características, es
un personaje más guardado, entonces el personaje se luce menos, se ve menos, y
esa centralidad que vos decís se ve menos. Pero es un personaje que tiene una
cantidad de situaciones y de momentos muy parejos con Diosito. Nosotros en la
cabeza los íbamos armando y equilibrando entre los dos, entre los Borges y
Patricio. Nos sucedió lo mismo en la primera temporada, fue una decisión de
nosotros lo de Juan Minujín, que era un personaje más de mirar lo que pasa y de
tener menos bocadillos, porque a la vez siempre nos pareció que ambos son personajes
que no vienen del mismo palo que el del resto de los presos. Y por ahí si uno
le mete demasiado texto la termina cagando… Como a la vez tenían que mostrarse
duros, eso fue medio complicado.
Olschansky: Siempre fueron
importantes, en El Marginal 1 eran
importantes pero crecieron mucho gracias a los actores y su trabajo genial.
Pienso que ambos actores son fundamentales para el éxito de la serie.
Ciancio:
Siempre
estuvo pensada la serie con los hermanos Borges como protagonistas en esta
segunda temporada.
Marina: Estaba pensado desde el principio que tuvieran
un rol preponderante. Pero, desde ya, las interpretaciones de Rissi y Furtado
contribuyeron a darles un mayor vuelo; a hacer de Mario y Diosito dos
personajes vivos.
Pascaner: Creo que se
decidió que El Marginal 2 fuera una
precuela para que el público pudiera ver de nuevo a los personajes con los que
se había encariñado, pero que habían muerto al final de El Marginal 1. Las actuaciones de Furtado y Rissi deben haber sido
claves en esa decisión, porque la “pegaron” con los espectadores. Con Pastor
fuera de la ecuación, hacer protagonistas a los Borges me parece la decisión
más acertada. En El Marginal 1 eran
villanos, pero la segunda temporada nos dio la chance de escribirlos como
antihéroes. Acá el malo es El Sapo y los Borges quienes se rebelan contra este
poderoso. Marito es menos impune, Diosito es más inocente. El público suele
ponerse del lado de los débiles.
¿Cuál
es la escena que mejor define a Mario Borges?
Salmerón: No sé cuál lo
define mejor. Hay momentos particulares que disfrutaba más al escribir. Con
Silvina nos divertíamos al escribir las escenas familiares de Mario. Quizás
algo que lo define es esa percepción sobre la noviecita de Diosito, esa
testarudez de pensar que la mina los mandó al frente. De eso suele haber
bastante de él. Y en cuanto a Diosito, también hay percepciones, más allá de la
falopa que tiene encima, percepciones que nadie le cree, especialmente en El Marginal 1… Nosotros jugábamos con
eso, de llevar al público para el lado de “mirá la boludez que está pensando
Diosito” y que Diosito tuviera la razón. Y me gustaban esos desafíos de
percepción de los Borges, sobre todo porque estaban muy apoyados en los
diálogos entre Mario y Antín. Como El Marginal
es un programa que no tiene escenas de relleno, en todas las escenas los
personajes cuentan algo, se definen de algún modo: no te sabría decir cuál lo
define mejor porque son todas, un poco de cada una.
Olschansky: No te sabría
contestar ahora. Me vienen a la cabeza algunas situaciones: cuando es violento,
es violento en serio; cuando se doblega ante la fuerte personalidad de la
esposa; cuando lo trata a Diosito como un padre; cuando se sienta a hablar con
Antín de igual a igual; una vez que se tiñó el pelo en medio de un gran
quilombo gran, por coqueto; no le gustan los psicólogos, desconfía...
Ciancio: En la primera temporada es la
escena en la que está solo en su pabellón después de que Antín le sacó todo, y
llega Diosito a contarle que el psicólogo sabe todo. Es una escena en donde se
ve la sensibilidad del personaje, su capacidad de entendimiento, sus ansias de
poder y su convencimiento. En la segunda temporada creo que son varias: la
escena con James, cuando resuelve cómo borrar a Ontiveros, el guardia
asesinado; la escena de La Última Cena, cuando comen el asado en el patio; el
funeral de Oaky… Son varias. Hay distintos momentos en donde Mario Borges va
dejando en claro quién es y cómo es.
Marina: Probablemente la escena de la primera temporada en la que, al descubrir
que le metieron un dedo humano en la comida, en vez de amedrentarse le da un
mordisco y se lo come delante de todos.
Pascaner: La escena de El Marginal 1 en la que Marito se come
un dedo para mostrar que no le teme a nada, fue una de las que más me gustó.
Define muy bien a su personaje, que actúa siempre como “poronga” y sabe que no
puede demostrar debilidad. La frase: “Cuando Dios inventó la luz, Borges ya
debía dos facturas” me parece que pinta de cuerpo entero su megalomanía. En El Marginal 2, Borges tiene menos poder
y sus características son otras. Acá no es un “capo”, sino un estratega que
tiene que ir jugando una especie de ajedrez humano para quedarse con el poder.
La escena que mejor lo define en la segunda temporada es una del capítulo 5, en
la que le regala un rosario a César y un libro a Oaky, para seducirlos como
aliados contra El Sapo. Quienes vimos El
Marginal 1 sabemos que esa alianza sólo será temporal; en la primera
temporada Borges y la Sub 21 son enemigos. Borges es un falso. Para él, el fin
justifica los medios y está dispuesto a sacrificar casi cualquier cosa con tal
de obtener lo que quiere. Me encanta cuando dice que el rosario está bendecido
por el Papa: “por el nazi no, por el anterior”.