Alejandro Ciancio, director de El Marginal, repasa los principales desafíos de esta precuela, analiza la complejidad de haber grabado en el patio y destaca el trabajo junto a los protagonistas: "Hay un trabajo muy fuerte en conjunto con Claudio Rissi y Nicolás Furtado en la construcción del vínculo de los hermanos Borges. Cuando veo el amor de esos hermanos me identifico".
Por Lucas Bauzá y Nicolás Alfonso Brizuela
Teniendo en cuenta que la temporada 1 era originalmente una serie
de 30 capítulos, que luego se convirtieron en 13 capítulos con un ritmo
narrativo frenético: ¿En qué te modificó el nuevo formato a la hora de
trabajar?
La realidad es que en
nada, porque durante el tiempo del rodaje la serie aún estaba pensada para
treinta capítulos de 26 minutos de artística. Fue en el montaje, y al ver el
material que llegaba del set apareció la idea de convertirlo en trece capítulos
de 45 minutos aproximadamente de artística, con lo cual el gran trabajo estuvo
en la etapa de post producción.
¿Cuáles fueron los principales desafíos en la construcción y
dirección de esta precuela?
Siempre digo
que el desafío es realizar El Marginal. Porque es un programa que me genera
muchísima responsabilidad al ser parte del mismo desde el día 1. El desafío más
grande es estar a la altura de las expectativas, cuidando que la historia que
estamos contando no tenga puntos de contradicción con lo ya realizado en la
primera temporada y con el ensamble de los nuevos personajes en un elenco ya
conformado.
Se cuestionó mucho la función social que cumple un ciclo
televisivo como El Marginal. Se la acusó de fetichista, morbosa y de fomentar
el delito, entre otras cosas. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
El Marginal es una ficción
sostenida dentro de un género dramático, donde suceden cuestiones producto de
la imaginación. Se trabaja generando un verosímil, que tiene sentido dentro de
la propia ficción. Es real en tanto y en cuanto El Marginal. No estoy de
acuerdo cuando dicen que El Marginal genera violencia o fomenta el delito. Es
una forma de mirar y entender la ficción que carece de peso, simplista y
facilista. Achacarle a una ficción, en este caso El Marginal, ese tipo de
cuestiones que son parte de la realidad en el día a día de los argentinos, es
correr el eje de la discusión, poner el foco afuera y no hacerse cargo.
En esta serie conviven escenas realistas, que incluso recrean
problemáticas graves de nuestra sociedad, con otras que se alejan en mayor o
menor medida de la verosimilitud; también sucede con el humor y el horror,
incluso en una misma escena. ¿Cómo encaraste el trabajo entre esos polos?
El humor es una pieza
fundamental dentro de la serie. Ocupa un espacio muy importante, porque afloja
situaciones extremadamente tensas o conflictivas. En las escenas de violencia física,
podíamos tomar la decisión de no mostrarlo y de construir el dolor desde el
fuera de campo, pero al ser una cárcel tan cruda, con un verosímil tan potente,
la violencia es parte del relato. Los personajes están siempre al límite, todo
puede estallar en cualquier momento, y cuando sucede hay que estar ahí.
Entonces lo que siempre busqué es estar presente, ser parte del conflicto.
Filmaste muchas escenas de violencia. ¿Cómo fue la interacción con
los actores durante esas escenas?
Las escenas de violencia
son divertidas de pensar pero muy técnicas al momento de la realización. Y la
complejidad de las peleas también hace que sean escenas que llevan mucho
tiempo, mucha repetición. Para mí es importante que todos sepan específicamente
qué van a hacer, qué es lo que más importa de esa pelea para la historia, y
cómo repercute después el triunfo o la derrota en la psicología y el estado de
ánimo del personaje. Hay peleas que son simplemente un enfrentamiento entre
bandas y hay otras que definen características de los personajes y de la
estructura dramática, porque la pelea viene a mostrar un mundo de poder que
está todo el tiempo en juego.
En esta segunda temporada, el patio adquiere una centralidad
mayor. Teniendo en cuenta la gran cantidad de actores que había simultáneamente
en escena, ¿cómo encaraste esa tarea y dónde estuvo el principal desafío?
Lo más complejo a la hora
de pensar el patio es la multiplicidad de planos de acción dentro de la misma
escena. Todo el tiempo está pasando algo en algún lugar del patio y el
movimiento de los personajes nos va llevando de una acción a la siguiente. Se
generan secuencias que pueden ser muy largas y que involucran hasta cincuenta
personas realizando diferentes acciones. Lo más complejo es la coordinación de
todo eso para que el planteo de la secuencia funcione. No vale equivocarse,
porque cada error te frena y te hace volver a empezar, como si estuvieses
haciendo un plano secuencia. Y esto es así por los tiempos dramáticos y
narrativos, el tempo y el tono de lo que se plantea para mí es muy importante
para la generación del clima. Así que se ensaya mucho.
¿En qué te facilitó el hecho de que los libros hayan privilegiado
la trama policial?
Te encuadra
dentro de un género que tiene características particulares y que ayuda a no
perder el hilo.
¿Cuál es tu impronta personal en la serie, es decir, algo que
partió de vos y ahora es parte del total sin que lo dejes de reconocer como propio?
Hay un trabajo
muy fuerte en conjunto con Claudio Rissi y Nicolás Furtado en la construcción
del vínculo de los hermanos Borges. Cuando veo el amor de esos hermanos me
identifico. También pequeños detalles que fuimos trabajando con diferentes
actores que fueron definiendo aristas de los personajes, como cuando Quique “El
Cuis” le dice al personaje de Martina Gusmán “Yo no soy una radio”. Esas cosas
definen a los personajes y fueron parte del trabajo con los actores, que le
pertenecen a la serie y van a seguir más allá de uno.
Claudio Rissi dijo que su personaje lo divirtió porque con Borges
pudo hacer todo lo que no hace en su vida personal. ¿Te divierte dirigir
personajes que llevan a cabo acciones aberrantes?
SÍ. Pensar las
cosas más delirantes que pueden llegar a hacer los personajes, el horror
enmarcado en ese mundo en donde no es horror, sino es simplemente la naturaleza
de esos personajes que transitan un encierro con un sentido de libertad mal
entendido, en donde ser dueños a partir del poder los aleja de la realidad y
generan un mundo extraño donde las cosas más horribles son posibles. Y explorar
la realidad humana, en que uno es de una determinada manera en relación a sus
circunstancias.
¿Qué trabajos actorales te sorprendieron más, por la distancia que
había entre lo que leías en los libros y lo que terminó viéndose en pantalla, o
lo que veías en persona una vez que comenzaban a filmar?
En general el
trabajo de todos los actores está muy bien. Y esto no lo digo porque soy parte
del proyecto. Realmente creo que hay un trabajo de todo el elenco que es muy
sólido. Hay momentos de extrema calidad actoral en todos. Lo que hace
Verónica Llinás
es de una riqueza expresiva sobresaliente. La oscuridad que logró Roly Serrano
no estaba en ningún lado. Los matices, los colores que tienen los hermanos
Borges: Claudio Rissi es una clase de actuación caminando, maestro de actores
sin dudas; Nicolás Furtado tiene un vuelo en esta temporada que es
consagratorio. El colombiano, Daniel Pacheco, logra una impronta muy poderosa.
Gerardo Romano le imprime una impronta a su Antín inigualable. Esteban Lamothe,
que hace un trabajo tan sutil y profundo en la inacción en la que está envuelto
el personaje de Patricio. Abel Ayala y Rodrigo Noya en ese tándem de poder
juvenil en donde son músculo y cerebro de un mismo cuerpo que es la Sub 21, con
una dinámica muy bien lograda. Martina Gusmán, en el descubrir del personaje y
ese mundo carcelario, nos regala un trabajo de una calidad pocas veces visto.
Las revelaciones son Ignacio Sureda y Diego Cremonesi, que tienen una
composición de personaje con características muy particulares, y logran una
presencia y un sentimiento que cuentan la historia del Pantera y El Quis aún
sin saber demasiado de los personajes.
Si la decisión acerca de cómo continuar El Marginal estuviese en tus manos: ¿cómo seguiría?
Pregunta difícil.
No sabría decirte hoy. Pero seguro dentro de la cárcel.