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"En el mundo de lo útil, lo inútil es la resistencia", por Manuel Letieri (el filósofo del barro). Ilustrado por Reca

Una nueva entrega de Manuel Letieri, el filósofo del barro. Ilustrado por Juan Reca.
Al egresar de su escuela secundaria un estudiante del Conurbano busca, en primer lugar, trabajar. En segundo lugar, busca trabajar. Como tercera opción, si se puede, trabajar y estudiar. La realidad dicta que somos producto de una sociedad que nos encasilló en el supuesto de que para nosotros estudiar no es útil, no sirve, no se pagan las cuentas, no te da de comer; lo único que sirve en esta lógica es trabajar sin chistar por aquello que te pague el patrón. 
Somos la generación diezmada  que perdió sus sueños, sus oportunidades por ser parte de este conglomerado llamado pobre, negro, villero, chorro, drogadicto; no tenemos derecho a nada, ni a un trabajo bueno, ni a una salud óptima, ni, menos aun, a recibir educación de calidad. Somos los inútiles de la sociedad que  servimos como útiles para sus tareas. Es la lógica del capitalismo, es la lógica del sistema, es la lógica del medio pelo que se cree clase media. Somos lo inútil, el desecho, lo que no tiene remedio, somos lo negado, el no-ser. 
Lamentablemente, esta lógica caló muy profundo en nuestros chicos, y lograr que ese estigma se disipe  no es tarea fácil. Se lucha contra las desigualdades sin las herramientas suficientes. Enfrente se encuentra una mega corporación social que niega al otro desde la cuna, ya que impuso un mensaje muy poderoso que  germinó lo valioso de ser útil, lo importante de ser alguien, de lograr lo que te propongas si trabajas sin cesar, sin pensar, sin cuestionar. Es la lógica mundial de la meritocracia, puesta en  la opulencia del empresario triunfador; es la ostentación del capital humano que manipula el mercado objetivando un ser útil, un poder ser alguien que solo piensa en la libertad que ofrece el dinero, que solo anhela el poder que otorga la riqueza. 
Es el mundo de lo útil donde elegir una carrera implica elegir bien para lograr “ser alguien”. Ser médico, abogado, arquitecto, ingeniero, contador,  administrador de empresas, licenciado en recursos humanos, licenciado en márquetin, licenciado en hotelería, son algunas de las mentadas carreras que tienen un sentido de la utilidad. Una supuesta utilidad que nos daría una enorme fuente de trabajo, una enorme remuneración económica por el servicio que ofrece, una prestación tangible al común denominador social de la lógica de lo útil. 
Jamás se cuestionaría ser un abogado o médico, porque en el imaginario social está la idea de la enorme cantidad de plata que se va a ganar, del estatus al que puede lograr llegar. En ese imaginario, no se cuestionan que hoy en día tener un título de abogado  es similar a tener un título secundario, ya que la abogacía, como tantas carreras de prestigio, está devaluada. Hay miles de egresados por año de las carreras de derecho
Esta es la lógica del mercado, en la cual, sin que nos hayamos dado cuenta, lo útil pasó a ser lo inútil
En esta Argentina de la meritocracia se sembró la idea de aspirar a ser algo que jamás vamos a ser: el Primer Mundo. Este anhelo solo construyó  un desprecio fuera de serie por lo que consideran que no es lucrativo. Y dentro del sistema del lucro,  la docencia no está ajena a esta lógica. Se pretende instalar un sujeto que no cuestione nada, que acepte lo establecido. Se pretende un ser alienado. Por eso mismo escuchamos a especialista en educación sostener la utilidad de las matemáticas, la utilidad del inglés, la utilidad de la tecnología. Y yo me pregunto: ¿Un estudiante que tiene ingles desde el ciclo básico del secundario, al egresar, luego de seis años de estudios secundarios, tendría que hablar y comprender óptimamente? ¿Un estudiante que tiene matemáticas durante toda su primaria y secundaria tendría que resolver cómodamente cualquier problema? Sabemos que esto no es así: el estudiante cuestiona la idea tortuosa de las matemáticas en toda su trayectoria escolar. Y esto interpela a la utilidad, al docente útil, al docente funcional que no quiere desafíos, que también forma parte de la lógica de que “vos lo que necesitás es terminar la secundaria para ir a trabajar”, y ahí mismo se alimenta la negación al otro colocándolo como un ser útil para un trabajo determinado, sin dejar margen a las posibilidades de explorar todo su potencial creativo. 
Porque en esta lógica de lo útil y lo negado, lo que subyace es que hay otras áreas que son inútiles, que pensar es inútil. 
En esa sensatez del mercado, el arte, la historia, la poética, el pensamiento crítico, son lo que la sociedad considera como un saber inútil, ya que lo único que buscan generar en los estudiantes es  pensar, y pensar es reflexionar, puesto que en una época -nefasta de nuestro país- era considerado subversivo pensar, y lo subversivo era lo político, y lo político era la educación. 
Desde un lugar que no es tangible ante el sentido de lo práctico, lo inútil es la resistencia ante tanta mediocridad utilitarista. Porque el sentido de pensar es lo más revolucionario que hay, es resistir ante la alienación mercantil del consumo, es  la emancipación del oprimido por la estigmatización de no-ser. Porque el no-ser es el germen de la negación occidental a lo distinto, es que el saber inútil cuestiona lo dado como algo verdadero, es la rebelión del negado ante el autoritarismo del Ser, es el esclavo de Platón liberándose de las cadenas en la caverna que nos idiotizan diariamente, es el despertarse – y despertar – ante los embates de la sociedad opresora que nos ofusca nuestro estar. Es que si soy villero, soy laburante, soy un negro, soy pobre, soy orillero, soy extranjero, soy todo eso y mucho más, pero no cabe duda que ante todo, soy lo inútil que resiste desde el pensar.