Nicolás Marina, guionista y dramaturgo, fue parte del equipo autoral de El Marginal desde sus comienzos. En esta entrevista compara la escritura de ambas temporadas, destaca los méritos de Olschansky y Salmerón, y juega a imaginar una posible continuación que sería imperdible: "Me gustaría verlo a Antín probar de su propia medicina: que lo metan preso por corrupto en su propio penal, y a ver cómo se desenvuelve...".
Teniendo
en cuenta que la temporada 1 era originalmente una serie de 30 capítulos, que
luego se convirtieron en 13 capítulos con un ritmo narrativo frenético: ¿En qué
te modificó el nuevo formato a la hora de trabajar?
Desde el lugar que me
tocó ocupar en el equipo autoral, no me modificó demasiado. Las dos temporadas
fueron escritas con ese ritmo frenético que mencionás. Lo que sí, en la
temporada 1, podíamos permitirnos una búsqueda mayor de lo "costumbrista"
dentro del ámbito carcelario, aquello que no estaba directamente relacionado
con el núcleo de la narración pero que permitía construir la atmósfera de San
Onofre. Mucho de eso se descartó en la edición final, pero de alguna manera
está presente en el tono general que emana la serie.
¿Cuáles
fueron los principales desafíos narrativos en la construcción de esta precuela?
No repetirse.
Sorprender. Contar una historia que se justificara por sí sola, y no por el
mero afán de estirar un éxito.
Se
cuestionó mucho la función social que cumple un ciclo televisivo como El Marginal. Se la acusó de fetichista,
morbosa y de fomentar el delito, entre otras cosas. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Lo de fomentar el
delito me parece una exageración absurda. En cuanto a lo otro, en parte estoy
de acuerdo. Hay un sub-subgénero audiovisual muy propio de la Argentina,
que podríamos definir como Idealización Palermitana del Lumpenaje, que
surge de la mano de realizadores y productores que vienen de un sustrato
social privilegiado o acomodado, y que ven todo ese universo delictivo de la
clase baja con una fascinación romántica. Imagino que para ellos Florencio
Varela es como para mí la Tierra Media de Tolkien. Y como la construcción que
hacen de ese mundo desde su mirada funciona bien y tiene éxito, se vuelve
a él una y otra vez. Pero ojo que no lo juzgo ni me parece que esté mal
apelar a eso. El fetichismo y el morbo nos pega a todos por algún lado y hay
que permitírselo porque es liberador. Además, de ahí han surgido grandes
obras maestras, en todas las ramas del arte.
En
esta serie conviven escenas realistas, que incluso recrean problemáticas graves
de nuestra sociedad, con otras que se alejan en mayor o menor medida de la
verosimilitud; también sucede con el humor y el horror, incluso en una misma
escena. ¿Cuál fue el trabajo que realizaste como guionista en estos aspectos?
Quienes marcaban el
pulso y el tono de la serie eran Guillermo y Silvina, indicándonos todo el
tiempo hasta dónde estirar la truculencia o las situaciones de comedia, para no
terminar haciendo ni una comedia costumbrista carcelaria ni el show del
gore. Es muy difícil encontrarle el tono exacto a una historia, su lenguaje
particular que la diferencie del resto, y en ese sentido el mayor mérito es de
ellos.
¿Cuál
es tu impronta personal en la serie, es decir, algo que partió de vos y ahora
es parte del total sin que lo dejes de reconocer como propio?
La verdad es que,
pasado el tiempo, me cuesta identificar qué escribí yo y qué no. Es como
que una vez que entrego un guión mi cabeza se vacía de él, para poder darle
lugar a nuevas historias, y lo anterior queda como en una nebulosa. Aunque las
personas que me conocen a veces creen reconocerme en alguna línea de diálogo o
situación y me dicen: "Tal cosa la escribiste vos, ¿no? Suena a
vos"... y muchas veces le pifian.
Lo que sí recuerdo es que en El Marginal 1 me pidieron escribir varios diálogos sobre temas intrascendentes o cotidianos para ser dichos de fondo por los personajes secundarios, mientras en primer plano sucedía otra cosa. Y me sorprendió mucho ver que los extras se aferraban más a la letra que los actores protagónicos. Entonces ahí sí, me reconozco claramente. Pero bueno, son diálogos solapados, que apenas se escuchan, y hay que subir mucho el volumen y prestar mucha atención para entender qué dicen. Casi como los mensajes satánicos ocultos en discos.
Lo que sí recuerdo es que en El Marginal 1 me pidieron escribir varios diálogos sobre temas intrascendentes o cotidianos para ser dichos de fondo por los personajes secundarios, mientras en primer plano sucedía otra cosa. Y me sorprendió mucho ver que los extras se aferraban más a la letra que los actores protagónicos. Entonces ahí sí, me reconozco claramente. Pero bueno, son diálogos solapados, que apenas se escuchan, y hay que subir mucho el volumen y prestar mucha atención para entender qué dicen. Casi como los mensajes satánicos ocultos en discos.
Claudio
Rissi dijo que su personaje lo divirtió porque con Borges pudo hacer todo lo
que no hace en su vida personal. ¿Te divierte crear y desarrollar personajes
que llevan a cabo acciones aberrantes?
Sí, claro: mejor
imaginarlas que cometerlas. Creo que ése es uno de los grandes motores de la
creación artística: permitir que afloren sin culpa nuestros sueños más
descabellados y nuestras pesadillas más perturbadoras sin que haya
consecuencias terribles.
¿Qué
trabajos actorales te sorprendieron más, por la distancia que había entre lo
que leías en los libros y lo que terminó viéndose en pantalla?
Minujín me sorprendió
mucho en la primera temporada. Me costaba imaginármelo a Pastor con su cara
mientras escribíamos, pero cuando lo vi por primera vez no me quedaron dudas:
él era Pastor.
Y escribí toda la segunda temporada convencido de que el personaje de Pantera lo iba a interpretar Diego Cremonesi, el actor que hizo del Cuis, así que para mí fue un gran impacto el cambio de rol.
Y escribí toda la segunda temporada convencido de que el personaje de Pantera lo iba a interpretar Diego Cremonesi, el actor que hizo del Cuis, así que para mí fue un gran impacto el cambio de rol.
Si
la decisión acerca de cómo continuar El
Marginal estuviese en tus manos: ¿cómo seguiría?
Buscaría innovar por
algún lado. A lo mejor con un relato articulado en dos tiempos: el
"presente", tras los hechos ocurridos en El Marginal 1, y el "pasado", el momento inmediatamente
posterior al surgimiento de los Borges como líderes del penal, entrelazados por
una trama en común, algún enigma a resolver... También me gustaría verlo a
Antín probar de su propia medicina: que lo metan preso por corrupto en su
propio penal, y a ver cómo se desenvuelve... ¿Y por qué no hacer La Marginal? Una historia del estilo,
pero que transcurra en un penal de mujeres. O protagonizada por una travesti
enviada al pabellón gay de San Onofre.
LA OBRA EN CARTEL DE NICOLÁS MARINA